La escritora Elina Dimitriadi se reunió con Jeremy O. Harris y Sinéad Burke para hablar sobre activismo, inclusividad y accesibilidad en un artículo publicado en el número de diciembre de Vogue Grecia. Ambos se unieron recientemente al Consejo Consultivo de Chime for Change, la campaña fundada por Gucci para promover la igualdad de género.
Europa ha comenzado a aplicar nuevas restricciones destinadas a contener la pandemia, todos ponen la mirada en las elecciones presidenciales de Estados Unidos… y yo me reúno con dos personas que se esfuerzan para hacer del mundo un lugar más igualitario. Sinéad Burke es profesora, activista y escritora y, a través de su empresa, Tilting Lens, lucha para que la moda y el mundo sean accesibles para todos. Jeremy O. Harris es actor y dramaturgo. Su obra Slave Play fue nominada a 12 premios Tony y se convirtió en la obra con más nominaciones a los Tony de la historia. Ambos se unieron recientemente al Consejo Consultivo de Chime for Change, una campaña fundada por Gucci para promover la igualdad de género.
Mi primera pregunta, centrada en dónde y cómo pasaron el confinamiento, da paso a un diálogo fluido con dos mentes carismáticas. Tanto Jeremy como Sinéad han detectado los lugares en que nuestro anticuado sistema se está agrietando. Sin embargo, en vez de reparar sus grietas, prefieren echarlo abajo y construir uno nuevo que sea más inclusivo y, por tanto, más resistente.
Jeremy contesta desde Roma, ciudad donde escribe su nueva obra y donde también participó en el vídeo dirigido por Gus Van Sant para presentar la nueva colección Gucci del visionario Alessandro Michele. “Me pasaba 20 horas diarias pegado al televisor para seguir las elecciones de Estados Unidos. Mi mente nunca había estado tan activa como en los últimos meses. Cuando empezó el primer confinamiento, hace ocho meses, decidí que invertiría mi tiempo en cuidarme, porque mi estado anímico cambiaba con mucha rapidez. Por lo tanto, hice del placer mi única guía. Si quería ver anime durante seis horas seguidas o comerme una hamburguesa, eso es lo que hacía. Si quería leerme un libro de James Baldwin, lo leía. Nunca me presioné para crear. Deshacerse de esa presión lleva esfuerzo. Además, los artistas se ven sometidos al impulso constante de crear en tiempos difíciles. Shakespeare es un buen ejemplo de ello, ya que escribió El rey Lear durante una cuarentena por la peste bubónica. Los jóvenes artistas que tanto aspiran a escribir una obra maestra sobre Trump o la COVID-19 pueden respirar tranquilos. Deben saber que la obra maestra que Shakespeare escribió a raíz de la peste trata sobre una conspiración familiar, con los elementos propios de una telenovela que hoy día se emitiría los domingos por la noche. Algo así como la serie Succession, pero con más erotismo”, dice, arrancándonos una carcajada. El hecho de ser negro y queer en Estados Unidos me obliga a recordarme que no puedo dejar de escribir sobre la opresión que sufrí para sentir que mi trabajo era valioso”, dice.
En el caso de Sinéad, el confinamiento ha sido algo diferente. “Volví a mi casa natal en Irlanda y me di cuenta de que, por primera vez, iba a tener mucho tiempo libre, por lo que decidí hacer cosas que llevaba tiempo queriendo hacer. Una de ellas era escribir un cuento para niños. Aproveché mi experiencia como mujer con discapacidad y maestra para escribir un cuento dedicado a esos niños a los que no se les suele decir que son perfectos tal y como son. No me siento discapacitada debido a mi condición médica, sino por la manera en que el mundo está diseñado. No somos nosotros los que debemos cambiar para encajar o demostrar nuestra valía. Los niños necesitan sentir que tienen las herramientas y las habilidades necesarias para hacer del mundo un lugar seguro para todos”.
“Me obsesiona la idea de encontrar nuevos marcos en los que debatir temas como la discapacidad o los asuntos que más importan en este momento. Una de mis maestras favoritas utiliza una silla de ruedas. Ha dado clases en Yale, Harvard y el MIT, pero ninguna de estas instituciones le ha permitido enseñar a distancia, incluso cuando su cuerpo requería que no se desplazase. Ahora, en cambio, muchos de nosotros trabajamos desde casa y es como si todos tuviéramos una discapacidad. De golpe, las universidades vieron que el aprendizaje a distancia funciona”, añade Jeremy.
“Pero nunca fue imposible, simplemente no existía la voluntad de hacer que las personas con dificultades tuviesen una vida más fácil. A medida que nos adentramos en la siguiente fase, es importante que no nos apresuremos a reconstruir nuestra economía y sociedad mientras seguimos tratando a las personas con discapacidad como un grupo vulnerable. No debemos decirles: “Quedaos en vuestras casas, donde estáis más cómodos, mientras nosotros salimos a reconstruir el mundo”. Esto ya ha ocurrido en el pasado, hemos tratado a esas personas como problemas y lo hemos institucionalizado. Cuando rediseñamos la vida y los espacios en los que vivimos, basados en el distanciamiento social, por ejemplo, podemos trabajar con personas con discapacidad para que puedan darnos su opinión sobre cómo pueden ser atendidas mejor. De esta forma, podemos diseñar un mundo accesible para todos, con igualdad de oportunidades, que perdure más tiempo y sea más viable”, continúa Sinéad en un tono pacífico pero enérgico.
“Creo que debemos aprovechar esta pausa para cambiar nuestra conciencia”, dice Jeremy. “Piensa en aquellos contextos diseñados con la inclusividad en mente. Por ejemplo, ninguna firma de moda organizó un desfile con público, como es lo habitual. Esta es una gran oportunidad para imaginar cómo se puede ampliar el entorno, cómo se puede configurar la primera fila, a quién se puede invitar o quién puede ver la ropa que se exhibe”.
“La solución no es colocar a las comunidades infrarrepresentadas en un pedestal temporal. La solución pasa por disponer de todas las plataformas para que se las escuche”, dice Sinéad. “Nos gusta ver que cada vez hay más diversidad, pero ¿cuál es el siguiente paso? ¿Beneficiarse con el aspecto de estas personas o entablar relaciones con estas comunidades y crear oportunidades y espacios educativos y profesionales para que puedan participar en todos los niveles? Yo fui la primera persona con acondroplasia en aparecer en la portada de Vogue. La primera en ser invitada a la Gala Met. Estoy agradecida de que un niño de 12 años con mi discapacidad pueda ver que esto es posible. Pero para que se produzcan avances, no puedo ser la excepción. Como dijo Kamala Harris, soy la primera, pero no quiero ser la última. Estamos tratando de transformar los sistemas establecidos, un enorme desafío que nos va a llevar mucho tiempo, pero es hora de hacerlo”.
“La solución es contratar a más personas en funciones clave y no solo ponerlas en las portadas de las revistas. Cuando una empresa quiere hacer una película de una de mis obras o producir mi trabajo, siempre observo sus oficinas para ver si allí trabajan personas como yo: jóvenes, negros o queer. Si no sabes cómo incluir a más gente, darles voz o satisfacer sus necesidades, entonces la solución es contratar a una de esas personas para que te aconseje. Por eso me ilusiona tanto nuestro papel en Chime for Change. Esta es la primera vez que compartiré mesa con una directora ejecutiva, una activista y una estrella del pop. Podremos participar en debates sobre lo que estas plataformas pueden ofrecer a las personas que han sido pasadas por alto a lo largo de la historia o a las que se dirige la moda en el análisis final”.
Creo que la sala de reuniones de Chime for Change es como la canción del musical Hamilton “The room where it happens” (el lugar donde se toman las decisiones importantes). “Exacto, y nos da cierto optimismo saber que estas iniciativas en pro de la igualdad emprendidas por una marca tan popular como Gucci superen las barreras geográficas y lingüísticas”, dice Sinéad. “Suelo decirles a los diseñadores cuándo tienen que preparar un conjunto para mí. Mi cuerpo tiene diferentes necesidades y alguien con mi discapacidad podría ayudarles a adaptar su diseño y sus técnicas. Durante mi infancia no tuve muchas opciones, y mi padre, que tiene la misma discapacidad que yo, siempre trató la moda desde un punto de vista práctico. Sin embargo, la moda pasó a convertirse en una herramienta que me permitía controlar mi apariencia. Es algo que siempre quise hacer, porque la gente hacía suposiciones sobre mi identidad o mis capacidades basándose únicamente en mi aspecto. La moda me da el poder de escribir mi propia historia, cómo he decidido presentarme al mundo, ya sea llevando un chándal por casa o poniéndome una capa para ir al supermercado. Además, tenemos que ser conscientes de que la ropa toca nuestra piel y de que tenemos una relación emocional con ella, porque forma parte de nuestra condición humana. Aunque algunas personas hayan andado desnudas por casa durante el confinamiento, en la mayoría de países tenemos que vestirnos”, continúa en tono firme. “La industria de la moda es una de las pocas industrias con las que casi todos tenemos una relación esencial. Y una industria que nos afecta a todos debería diseñar un sistema que se dirija a todos, a través de un prisma de igualdad, sostenibilidad, creatividad, innovación y beneficios”.
“La ropa es una de las primeras historias que la gente puede leer sobre nosotros. Como persona negra, me planteo hasta qué punto mi piel oscura complica esta historia. La compleja forma de entender el cuerpo negro siempre se ha basado en la ropa. La ropa nos permite transformar nuestra apariencia, ya sea para hacernos sentir más seguros frente la clase que nos oprimió o para advertir a nuestros opresores. Precisamente por eso creo que la moda y el teatro deberían estar más estrechamente relacionados. La teatralidad debe formar parte de los desfiles de moda, y las pequeñas comunidades teatrales pueden beneficiarse del impacto que tiene la moda en el mundo para promover los temas que les importan”, opina Jeremy.
Sinéad me dice que mi última pregunta parece sacada de una canción. Entonces, ¿qué es lo que les infunde el optimismo y la fe de que serán capaces de construir el mundo que tienen en mente? Jeremy cree que TikTok. “En esta plataforma me rodeo de jóvenes, de su humor, su rabia y sus pasiones. Aprendo lo que consideran hermoso, lo que creen que es feo, y conecto con ellos en un tiempo de profunda soledad. Creo que a mi yo de 17 años, que se sentía tan solo en Virginia, donde crecí, le habría encantado tener TikTok. Me alegra saber que mi presencia en esta plataforma pueda hacer que los niños de 11 años que sueñan con ser como yo tengan la certeza de poder hacerlo”.
Por su parte, Sinéad responde: “A través de estas plataformas, los jóvenes pueden crear contenidos e historias que no estén necesariamente relacionados con su identidad, así como expresar sus intereses artísticos. Me encanta. También es importante que, por ejemplo, Jeremy ayude a los jóvenes a experimentar con programas de Internet, como Circle Jerk. Las minorías siempre están bajo presión para lograr la perfección cuando se les da la oportunidad de crear, porque no hay una segunda oportunidad. Tenemos que apoyar financieramente a los jóvenes para que exploren su curiosidad, prueben y fracasen”.
“Estamos viviendo una situación muy parecida a la que ocurrió hace cien años. Una pandemia unida al ascenso de la extrema derecha a nivel mundial. Si no queremos retroceder, este es el momento de cambiar el sistema para que podamos avanzar”, dice Jeremy. “Debemos reconocer el trauma y las decisiones que condujeron a las barreras sistémicas y a la opresión, para que quienes lo vivieron puedan ser escuchados, sentirse comprendidos y construir juntos el futuro”, concluye Sinéad.
Escucha la conversación que Sinéad Burke y Jeremy O. Harris mantienen con la editora de Vogue Grecia, Elina Dimitriadi, en un episodio de Gucci Podcast.